Hoy más que nunca, la noción de persona es una referencia ineludible de los discursos filosóficos, étnicos y políticos que reivindican el valor de la vida humana en cuanto tal. En el campo de la bioética, los católicos y laicos, aun sustentando visiones contrapuestas acerca de la génesis y la definición del componente personal, coinciden en el valor decisivo que le otorgan como base única de la intangibilidad de la vida humana. También en el plano jurídico se impone un vínculo cada vez más estrecho entre el goce de los derechos subjetivos y el apelativo de "persona", capaz de superar la brecha, que se remonta a los orígenes de nuestra tradición, entre hombre y ciudadano, derecho y vida, alma y cuerpo. Roberto Esposito plantea la radical e inquietante tesis de que esa brecha no puede ser colmada por la noción de persona, pues esta misma noción la produce. La persona, más que un mero concepto, es un dispositivo de muy larga data. Su efecto principal es la separación que establece, dentro del género humano y dentro de cada uno de sus integrantes, entre dos zonas de diferente valor: una racional y voluntaria, que empuja a la otra, directamente biológica, hacia la dimensión inferior del animal y de la cosa. Contra el poder performativo de ese dispositivo, romano y cristiano en su origen, Esposito lleva adelante su innovadora investigación filosófica, inaugurando una reflexión inédita sobre la categoría de impersonal: tercera persona es aquella que, al rehuir el mecanismo excluyente de la persona, remite a la unidad originaria del ser